jueves, 20 de agosto de 2009

Yo nunca tuve 19 años


Pié de foto: Despacho del General 1er Jefe de Estado Mayor del Cuartel General del Mando de Apoyo Logistico a la Zona Interregional Sur (M.A.L.Z.I.R. SUR)

El otro día oí decir a uno en un pleno que no se iba a arrodillar ante no sé qué y que “alguien parara esta locura…” o algo de eso… Creo que lo decía porque, según él y durante “unos pocos días (vaya tela!... por unos cuantos días!!!)”, le habían estado atacando al honor, se había puesto en duda el “buen hacer” o algún rollo de esos… basado todo en rumores y demás cosas que hace la gente que no tiene alma…

Yo pertenecí a los últimos cupos de mozos que el estado reclutaba “obligatoriamente” para la milicia allá por el 1990. Me llegó una cartita certificada que me proponía un año de distanciamiento de mi trabajo, mi pueblo, mis seres queridos… Me había “tocado” irme a Sevilla a servir a la patria. El batacazo y el trauma psicológico fue de órdago, un parón obligado por las leyes de entonces que provocaba un frenazo en mis relaciones sociales y mi desarrollo civil, mi trabajo, para pasar a forjarme como “hombre”. Y allí estaba yo, dispuesto a asumir mi formación como hombre, porque la opción de la prisión no me cuadraba que fuese a ser mejor a que me reclutasen durante 12 meses.

Cagado de miedo (porque aún no era un hombre para no tenerlo), como a cualquiera que lo arrancan de sus raíces a esa edad, utilicé el billete, que venia gratis en la carta, del tren que me recogió en Balsicas y me dejó 17 horas después en la Estación de Santa Justa de Sevilla, tras recorrer las fértiles tierras de media España.

Allí, en el acuartelamiento Queipo de Llano del M.A.L.Z.I.R SUR, pasé una instrucción entre 1700 cagados de miedo para posteriormente ser destinado a cualquier otro acuartelamiento, ya que allí se quedaban unos pocos elegidos, enchufados y casi todos “pernoctas” y de Sevilla. El destino quiso que, por enfermedad del futurible candidato, me llamaran para demostrar mis habilidades al volante y realizar una prueba de conducción para seleccionar a los chóferes de los altos mandos del cuartel, y si la pasaba (cosa poco probable) me quedaría en ese mismo acuartelamiento.

Con un año escaso de carnet, un viejo seat ronda, entre porterías de futbol, bidones, palets y mucho polvo realicé el recorrido en el menor tiempo posible, sorteándolos al estilo del Vaquilla y el Torere y me gané una magnífica plaza para quedarme de “chofer oficial” de un coronel Jefe de Estado Mayor, al que se suponía que con mi habilidad al volante sacaría del apuro de un posible atentado terrorista, persecución, etc… La formación posterior como conductor de tan alto mando militar, las prácticas de tiro con el 9mm y la ametralladora corta (Zeta), los cursos de rastreo, conductas sospechas, cambio de itinerarios, tácticas evasivas, etc jamás me hizo falta ponerlas en práctica por suerte. También por “suerte” el destino quiso que a los pocos meses un incidente en un tramo de la A92 (en obras) ocasionó el reventón de la rueda izquierda delantera cuando circulábamos a 140 km por hora rumbo a Granada en uno de los habituales desplazamientos de usía.

Probablemente para el coronel J.E.M., aquel no sería el susto más grande que se llevó en su vida, pero tampoco fue una “pelufa de caña” y seguro que, si vive, aún se acuerda del trance.., lo cierto es que la suerte me acompañó. Entre derrapes, sus gritos y los del cabo primero escolta salvé mi vida (y de rebote la suya y la del escolta). El resultado de cómo salí de aquella embarazosa situación, y una posterior charlita, a solas, de 5 minutos con el misterioso alto mando (que no hablaba nunca el jodio!, sevillano raro donde los haya) después de que se le pasara el pasmo, recupera el tono de la piel, y mientras el manazas del cabo primera intentaba cambiar la rueda, sin éxito, sirvieron para que, desde ese mismo viaje a Granada, se bajaran, para siempre, del Talbot Solara oficial la ametralladora, la pistola del 9mm y el impertinente, peliculero, listillo y “enterao” del cabo primero.

Obrando de buena fe y sin haberme dado cuenta acababa de “cagarla”: A partir de entonces usía no quiso a otro chófer, ni escolta alguno, en sus desplazamientos y lo que es peor, mis escasos permisos y fines de semana libres se supeditaban a que él no tuviera que salir de viaje o me necesitara su familia. Me convertí entonces en el chofer oficial definitivo de un alto mando militar, y el particular de su familia hasta para ir de compras o llevar el butano a su casa.

El resto de la mili y debido a la Guerra del Golfo me la pasé recorriendo casi 40.000 km por los cuarteles de toda Andalucía y el Norte de África, así como llevando de compras a la mujer y las tres hijas del coronel. Los paisajes y lugares vistos en esos viajes de la maravillosa Andalucía (a gastos pagados, eso sí) y mis vivencias con los compañeros son lo único positivo que recuerdo de la mili. Lo negativo me lo quedo guardado para mí.

Finalmente, a tres semanas de licenciarme y volver a mi casa como un hombre, visité unas instalaciones abandonadas dentro del cuartel y al llegar a la zona de letrinas (de esas viejas, que son un agujero en el suelo, en las que se caga al “estilo águila”) pude contemplar atónito una frase pintada sobre en la descascarillada pared de cal que decía: “La mili es un gran lago de mierda que hay que cruzarlo con la boca abierta”.

Los que han tenido la “suerte” de forjarse como “hombres” haciendo el servicio militar y han tenido que aguantar lo que se aguanta durante todo el servicio militar sabrán y sentirán la frase como suya y la entenderán perfectamente, más aún si los arrancaron y pusieron cientos de kilómetros por medio de su entorno. Es una frase que se me quedó grabada para siempre en la retina y que me sirve para extrapolarla, de manera totalmente egoísta, a la situación política que hoy vivo y vivimos las gentes de San Pedro del Pinatar.

La mili era un periodo claramente definido, en mi caso 12 meses. La situación que, por circunstancias, hoy vivo (vivimos) es de una duración indeterminada. Cuando se sabe con certeza por cuanto tiempo debes soportar una situación que no te agrada te puedes consolar en que es cuestión de que se cumpla el plazo definido. Cuando se desconoce dicho plazo es, si cabe, más triste soportar dicha travesía, máxime cuando además no eres tú quien ha elegido que las cosas sean como son y quienes las propician tratan de hacerte culpable.

La mili la terminé sin más pena ni gloria que cuando me arrancaron de mi idiosincrasia, y volví a casa junto a mi familia y mis seres queridos igual de hombre que me fui.

La moraleja de esta historia verdadera la debe sacar uno mismo, pues como todo en esta vida está sujeto a interpretaciones.

Yo nunca tuve 19 años.